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G66, la ruta fantasma de Bogotá

  • Foto del escritor: Diego Fernando Romero Leal
    Diego Fernando Romero Leal
  • 15 feb 2024
  • 3 Min. de lectura
Bus de la ruta G66 recorriendo Bogotá

Se abren las puertas del bus y el tiempo empieza a correr. Tengo unos diez segundos para hacer el cálculo que determina si mi volumen se ajusta a los espacios que han dejado otros pasajeros que han hecho el mismo ejercicio antes que yo. Un sonido agudo anuncia el cierre de las puertas, concluyo que puedo hacer parte de ese Tetris humano, subo y verifico por última vez que todo esté donde lo puse antes de ingresar a la estación: morral en el pecho, check; celular guardado horizontalmente en el bolsillo izquierdo del pantalón, check; billetera en el bolsillo derecho del pantalón check. Soy como un piloto de línea que verifica motores y alerones antes de cada vuelo, pero de una lista de recomendaciones de seguridad que nos han dado las autoridades. Tener los objetos personales a la vista y acomodarlos en los bolsillos de tal forma que se puedan sentir contra las extremidades, es la regla para no ser víctima del “cosquilleo”, el delito de nombre simpático en el que los amigos de lo ajeno tocan sutilmente a sus víctimas y roban sus pertenencias sin que se den cuenta. En Bogotá, el transporte masivo es como la sabana africana, usted sabe que los depredadores lo rondan y que, si se descuida, en cuestión de segundos dan el salto y lo devoran.

 

La capital de Colombia tiene muchas cosas que vale la pena conocer, pero no hay que decirse mentiras: todas las ciudades tienen sus bemoles y la seguridad siempre ha sido un aspecto para tener en cuenta, incluso desde antes de que mi abuela tuviera que defenderse a carterazos de un taxista que le quería robar la maleta en los años 60´s. La capacidad de los carteristas para hurtar pertenencias personales en el transporte público como por arte de magia continúa intacta. Sin embargo, según cuentan, desde 2014 las desapariciones que estaban limitadas a los objetos empezaron a afectar a las personas.

 

Como si no fueran suficiente carga estas precauciones para conservar las pertenencias, al parecer también hay que fijarse muy bien en la ruta que se aborda para evitar un viaje sin regreso. Desde hace una década, circula la historia de dos amigos que salen de un sitio de rumba en el centro de la ciudad a los que su búsqueda de transporte los lleva al sector de San Victorino donde se topan con la buena fortuna de encontrar abierta la estación de la Avenida Jiménez del Sistema TransMilenio. Uno de estos compas, impulsado por el espíritu del ahorro y la falta de dinero, decide ingresar y tomar el bus parqueado en la plataforma.  Mientras se despide con la emoción de quien encuentra un billete en una chaqueta que hace mucho no usa, el otro se sube a un taxi desde el que ve girar el bus con dirección al sur. Al día siguiente la familia del pasajero del bus interrumpe la resaca del que tomó el taxi para preguntar por su paradero porque nunca llegó a casa.

 

La historia de la ruta G66, a la que se subió nuestro joven desaparecido, se ha convertido en una de las leyendas urbanas más populares de Bogotá y con el tiempo ha ido sumando detalles que la hacen más perturbadora. Vigilantes de algunas estaciones y transeúntes ocasionales afirman haberla visto entre las 2 y 3 de la mañana, cuando el sistema no presta servicio, se dice que es de color morado, que no tiene conductor y que hace una parada en la estación Perdomo de la Autopista Sur antes de continuar su recorrido, presumiblemente hacia el Portal del Sur, vecino del Cementerio del Apogeo, uno de los más grandes de la ciudad y al que, aunque no se ha dicho explícitamente, seguramente irán a parar las almas desatentas que la abordan. Tampoco se ha hecho público que detrás de su operación estaría el diablo que con sus sutilezas camufló el 666 en los códigos que identifican las diferentes rutas del sistema. 

 

Pasan muchas cosas en el transporte público de Bogotá; los fantasmas vistos en las estaciones y buses del sistema y los ladrones que nadie ve robar son el pan de cada día y habrá que estar preparados para enfrentar las amenazas de la realidad y las del más allá. Quizás harían bien las autoridades en anexar a su lista de recomendaciones no subir a las estaciones del transporte masivo en horas en las que no se presta el servicio, aunque estén abiertas, y menos tomar la ruta G66 so pena de desaparecer en una trampa paranormal. Pero si usted vive en Bogotá o la visita y alguna vez la ve, tenga en cuenta que no es una ruta oficial de TransMilenio, y si aun así decide subirse, recuerde que no sobra poner su morral en el pecho, su celular horizontalmente en el bolsillo izquierdo y su billetera en el bolsillo derecho del pantalón.

 

 

 

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Diego Romero autor del blog Tres Veces el Viaje en el Cañón del río Combeima en Colombia

Sobre mí

Nací por allá a finales de los 70´s del siglo XX en Ibagué, una ciudad en la falda de la Cordillera Central en el departamento del Tolima en Colombia.

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